El Mexicano Que Dejó Una Vida Entre Palacios Para Dedicarse Al Arte

Gabriel Sánchez Viveros es la prueba viviente de que los sueños se hacen realidad.

Conforme uno va creciendo y madurando se da cuenta que la vida no es tan sencilla como aparenta ser, que el final “felices para siempre” es literalmente sólo un enunciado en los cuentos de hadas, donde princesas y príncipes viven en un castillo preocupándose únicamente por reinar en paz. Y si ese era el sueño que teníamos en nuestra infancia, herencia de narraciones medievales, (vivir en un palacio y encontrar el amor eterno) mientras vamos creciendo estas ideas van asentándose en nuestra propia realidad y las metas se van mermando a cuestiones más realistas, estudiar lo que nos interesa, poder vivir dignamente de hacer los que nos apasiona, comprar una propiedad y forjar un patrimonio, hasta que nos damos cuenta que la única estabilidad a la que podemos aspirar es llegar a fin de mes con la renta pagada y sin ninguna deuda. Los palacios y la realeza quedaron de lado, así como nuestros propios intereses.

Pero, el mundo resulta sonreirle a las personas que se llegan a comprometer con sus propios sueños y aspiraciones, a aquellas que mantienen una actitud valiente, propositiva y creativa, en el caso del arquitecto Gabriel Sánchez Viveros, él, apostó todo por su pasión artística la cual lo llevó a realizar un proyecto arquitectónico de 6 meses a los hermosos desiertos de Arabia Saudita que se convirtió en una carrera profesional de 15 años trabajando para los distinguidos miembros de la realeza en ese país. El arquitecto y artista visual aprovechó la entrevista que tuvo Cultura Colectiva con él para mostrarnos las obras en las que trabaja y resguarda en su estudio.

Gabriel es un orgulloso egresado del Colegio de Ciencias y Humanidades Sur, y de la Facultad de Arquitectura, al terminar su carrera participó en el programa de educación llamado “Viva la gente” en el cual tuvo la oportunidad de recorrer el mundo y finalmente aceptar un proyecto temporal en Arabia Saudita, sin imaginar que este país se enamoraría de su talento y concepción integral de la arquitectura así como capacidad de análisis y adaptación. 

«Los mexicanos debemos aprender a reconocer que somos buenos en lo que estamos haciendo. Llama mucho la atención de mi vida en medio oriente, por los clientes que tuve. Como arquitecto yo creo conceptos y los desarrolló, no solo el edificio, yo desarrolle el arte dentro fuera y de la propiedad, la jardinería, los tapetes de piedras, caminos e interiores, me ayuda mucho que soy muy detallista».

El arquitecto aceptó los retos profesionales y personales que implicaban los grandes proyectos y fue encontrando y definiendo su identidad artística, pero después de 15 años, orgullos de su carrera, Gabriel regresó a México para desarrollar una serie de piezas que integrarían colecciones artísticas bajo contextos mucho más personales.

Fotografía, escultura, arte objeto, pintura, grabados, no hay técnica que intimide a Gabriel, quien gusta de resignificar los materiales que dominó como arquitecto para darles un uso meramente conceptual, como en el caso de una de sus piezas favoritas Dos docenas, pertenecientes a la colección Origen;

«Cuando era niño llegaba a casa de mi abuela en la Colonia del Valle y cuando abría la puerta, el remate visual en el pasillo veías una mesa el antecomedor y estaba una canasta de huevos, a mí me llamó mucho la forma ovoide. Toda la colección de el Origen está hecha con cascarones de huevos de avestruz, me parece divertido. Para hacer la canasta de 62 x 62 centímetros use varillas de cobre, un material que se usa en la construcción. Trato de concentrarme mucho en los detalles e incorporar elementos arquitectónicos. Como artista plástico he guardado mucha información como arquitecto que me ha servido para crear». 

En 2017, para una exposición en Alemania, Gabriel comenzó a trabajar con la propia impresión de su cuerpo en color rojo sobre papel amate, comenzando por sus pies imaginándolos como cactáceas. «Las cactáceas son plantas muy sufridas y a la vez son muy necesarias de la fauna del desierto. También intente expresar el dolor que sienten los migrantes al atravesar el desierto». Poco tiempo después esta colección titulada Rot, viajó hasta Chicago para exponerse y afortunadamente algunas piezas ya forman parte de la colección permanente del propio museo. 

Por otro lado, Primitivo es una de las colecciones abiertas que Gabriel sigue trabajando, en esta, las obras hacen una alusión directa al arte rupestre, aquellas antiquísimas pinturas al alto contraste encontradas en cuevas ;

«En algún momento de la historia, el ser humano se dio cuenta de su capacidad de transcender la muerte, me parece maravilloso que hayan podido trabajar ese concepto de esa manera».

Mientras que Entre líneas, es una muestra fotográfica inspirada en la cercanía que tuvo con la religión islámica en su larga estadía en medio oriente. Las piezas retratan composiciones con mallas, que hacen un comparativo con las burkas que usan las mujeres. 

Otra de las colecciones en las que el artista sigue trabajando es Flora Soul, una serie de piezas que son hechas con pigmentos florales, extraídos artesanalmente por el propio Gabriel de uno de sus árboles,

«Mi maestra es la naturaleza, la observo y expreso lo que veo. Creo que la creatividad es encontrar solución a problemas, todos somos creativos a nuestra manera. Yo uso la creatividad para expresarme, ahora no tengo la misma energía que antes, pero siempre encuentro la manera, me sacudo los años e intento vivir mi presente». 

Sus obras se han mostrado individual y colectivamente en México y el extranjero en diversas exposiciones. Una de sus obras fue seleccionada para la Bienal de Beijing 2019 y posteriormente se quedó en el museo nacional de China. 

Gabriel Sánchez Viveros tiene la fortuna que pocos tienen, vivió entre palacios, encontró el amor y aprendió a expresarse con el arte y naturaleza, pudo forjar una carrera con lo que le apasiona, regresar a sus raíces y dar una muestra al mundo sobre todo lo que un mexicano orgulloso puede ofrecer, un verdadero cuento de hadas contemporáneo.  

Gabriel Sánchez Viveros